Por Luis Martínez Alcántara
CIUDAD DE MÉXICO.- El primer día de escuela es un momento crucial en la vida de cualquier familia y aunque puede ser emocionante, también es común que las mamás experimenten ansiedad al dejar a sus hijos en un entorno nuevo. Esta ansiedad se manifiesta por diversos temores, como el miedo a que el niño no se adapte, que no esté seguro sin la supervisión de sus padres, o simplemente por el temor a lo desconocido.
Según la Asociación Americana de Psicología (APA) es completamente normal sentir esta ansiedad, ya que refleja el fuerte vínculo emocional entre madre e hijo. La ansiedad por el primer día de escuela se caracteriza por una preocupación excesiva sobre cómo se desenvolverá el hijo en el nuevo entorno.
Las mamás pueden experimentar dificultad para dormir, pensamientos constantes sobre escenarios negativos, e incluso síntomas físicos como dolores de cabeza o estómago. Aunque estos sentimientos son naturales, es crucial gestionarlos adecuadamente para no transmitir esa ansiedad a los hijos.
Para ayudar a reducir esta ansiedad es recomendable que las mamás se preparen con anticipación. Visitar la escuela antes del primer día y conocer a los maestros puede ayudar a mitigar el miedo a lo desconocido. Hablar abiertamente con el niño sobre cómo será su día en la escuela y practicar ejercicios de respiración también son estrategias efectivas para calmar el sistema nervioso y transmitir confianza al niño.
Es importante que las mamás mantengan una actitud positiva, ya que los niños son muy perceptivos y captan las emociones de sus padres. Mostrar entusiasmo por este nuevo paso en la vida del niño puede ayudar a que lo vea como una experiencia emocionante en lugar de algo que temer. Esta perspectiva positiva es clave para que el niño enfrente la nueva etapa con seguridad y optimismo.
La APA destaca que la ansiedad en este contexto es temporal y, con el tiempo, tanto mamás como hijos se adaptan a la nueva rutina. Enfrentar la ansiedad por el primer día de escuela es un desafío, pero también es una oportunidad para fortalecer el vínculo entre madre e hijo y enseñar al niño habilidades importantes para la vida. Con preparación, comunicación y paciencia, esta transición puede convertirse en una experiencia positiva para todos.