Por Redacción

En un momento en que las experiencias inmersivas redefinen los límites entre el arte y el espectador, “Gastronomía Escénica: La Yesca, Wixárika Nayarit” irrumpe como una de las propuestas más potentes y sensibles del panorama cultural contemporáneo. Más que un montaje, es un rito compartido: un homenaje a la profundidad espiritual, la cosmovisión y la herencia culinaria del pueblo wixárika de Nayarit, una cultura cuya fuerza simbólica se convierte aquí en lenguaje escénico.

La puesta en escena transforma los sabores tradicionales en acto performático, los colores ceremoniales en narrativa visual, y la memoria ancestral en un puente que conecta al público con el universo wixárika nayarita. Cada elemento —desde el uso de ingredientes sagrados hasta la musicalidad ritual— dialoga con un respeto absoluto hacia la comunidad originaria que inspira este encuentro.

El artista Luis Lezama suma una dimensión pictórica creada especialmente para esta edición. Su pieza, concebida como un altar contemporáneo, acompaña la experiencia desde el trazo y la luz, funcionando como eco visual de los mismos códigos cromáticos que definen el arte wixárika.

A esta celebración se suman los padrísimos Omar Fierro y Mónica Dionne, figuras clave que respaldan la importancia de preservar y difundir las expresiones artísticas indígenas desde un enfoque respetuoso y actualizado. Su presencia subraya la relevancia de vincular el arte tradicional con nuevas audiencias y plataformas.

La experiencia es posible gracias a la colaboración con LatinHands, proyecto dedicado a impulsar, proteger y visibilizar el arte latinoamericano en todas sus formas. Su labor —fundamental para esta edición— reafirma la necesidad de generar espacios donde las comunidades originarias no solo sean homenajeadas, sino escuchadas, comprendidas y proyectadas con dignidad hacia el presente artístico global.

“Gastronomía Escénica: La Yesca, Wixárika Nayarit” no es solo un evento; es una invitación a reencontrarnos con el espíritu vivo de una cultura milenaria, a través de una propuesta multisensorial que integra comida, pintura, ritualidad y teatro. Una experiencia que confirma, una vez más, que el arte indígena no pertenece al pasado: es un territorio vibrante que sigue marcando el pulso de las tendencias más significativas de nuestro tiempo.