Por Luis Martínez Alcántara 

Este martes, una serie de explosiones simultáneas de localizadores “beepers” pertenecientes a miembros del grupo militante Hezbolá sacudió varias regiones de Líbano, dejando al menos 12 muertos y alrededor de 2,800 heridos.

Este inédito ataque fue atribuido a Israel, que logró hackear los dispositivos de comunicación del grupo chiíta, desencadenando las detonaciones. El evento ha sido calificado como uno de los más devastadores en la reciente historia de tensiones entre Israel y Hezbolá.

Entre las víctimas fatales del ataque se encuentran los hijos de dos diputados del movimiento, Ali Ammar y Hassan Fadlallah, según fuentes cercanas a Hezbolá. Además, una niña de 10 años perdió la vida al este del país, cuando el localizador de su padre estalló.

La televisión estatal iraní también reportó que Mojtaba Amani, el embajador de Irán en Beirut, resultó herido en una de las explosiones, al igual que los hijos de un alto funcionario de seguridad de la organización.

El Ministerio de Salud del Líbano informó que las lesiones sufridas por los heridos son particularmente graves, afectando principalmente el rostro, las manos, el abdomen y los ojos. En Beirut, más de 100 personas resultaron heridas, y en Siria, 14 miembros de Hezbolá sufrieron heridas similares debido a las explosiones, de acuerdo con medios nacionales.

Las explosiones provocaron una ola de indignación y temor en la región, especialmente en las áreas con una alta presencia de Hezbolá. Israel, que aún no ha emitido un comunicado oficial al respecto, ha sido señalado como responsable de la sofisticada operación de hackeo que permitió la detonación a distancia de los dispositivos de comunicación de los militantes.

Este ataque marca un nuevo capítulo en la escalada de hostilidades entre Israel y Hezbolá, y plantea preocupaciones sobre el uso de la tecnología en los conflictos modernos. Las autoridades libanesas continúan investigando el incidente, mientras la tensión en la región sigue en aumento.