“Megalópolis: una fábula”, ¿será la última realización de Francis Ford Coppola?, se preguntan algunos críticos de cine
El reconocido director de cine, Francis Ford Coppola, volvió al Festival de Cannes, Francia, cuarenta años después, entre críticas y aplausos, con “Megalópolis: una fábula”, donde construye una sátira retrofuturista sobre la debacle de la civilización occidental.
¿Con de 85 años de edad será la última realización del ganador de cinco premios Óscar?… Se preguntan algunos críticos de cine. Nació el 7 de abril de 1939, en Detroit, Michigan, Estados Unidos.
En esta última presentación no defraudó en cuanto a su capacidad para mostrarnos algo nunca visto.
Fue guionista, director, productor de la película El Padrino. Esa trilogía basada en la novela homónima de Mario Puzo, junto a quien escribió la adaptación, realizada en los años 1972, 1974 y 1990, es frecuentemente considerada una de las más importantes de la historia del cine.
De hecho, en los más de veinte años que Coppola lleva visitando Cannes, nunca había visto que un espectador/actor se levantase de su butaca (de la sala Bazin) para dialogar con un personaje que le respondía desde la pantalla.
Esto ocurrió hacia la mitad de ‘Megalópolis’, una obra excesiva en todos los sentidos, una película desbordante, acelerada y descaradamente enamorada de sí misma.
Francis Ford Coppola ha sido ganador de cinco premios Óscar, tres de ellos como guionista (por Patton, El padrino y El padrino II); uno como director (por El padrino II) y uno como productor (también por El padrino II), siendo el segundo cineasta que ha recibido tres estatuillas por una misma película, tras Billy Wilder, y el primero en ganarlo por una secuela.
También ganó dos Palmas de Oro de Cannes, por La conversación y Apocalypse Now, siendo uno de los pocos cineastas que ha ganado en dos ocasiones el máximo premio del festival de cine más importante del mundo.
Además, ganó la Concha de Oro del Festival de San Sebastián por Llueve sobre mi corazón, entre muchos premios internacionales más.
Para empezar, la nueva superproducción de Coppola –que ha invertido para la ocasión 120 millones de dólares de su bolsillo– se titula en realidad “megalópolis: Una fábula” y se presenta como una sátira retrofuturista en la que la Nueva York del siglo XXI se enfrenta a la decadencia de la civilización occidental, que Coppola presenta filtrada por la iconografía propia de la caída del Imperio Romano.
Así, la historia se construye a partir del enfrentamiento entre tres representantes del poder: Cícero, el alcalde de Nueva York (Giancarlo Esposito); Craso, el mayor banquero de la ciudad (Jon Voight); y César (Adam Driver), un científico y arquitecto que aspira a reconstruir la ciudad empleando un milagroso material llamado Megalon.
En este reparto de roles, cabe señalar que el personaje de Adam Driver, con su instinto creativo, su talante transgresor y su sed revolucionaria, actúa como el evidente alter ego del propio Coppola.
Pero ‘megalópolis’ no se contenta con presentar una lucha por el poder bañada de referencias a Shakespeare, sino que también construye dos historias de amor tocadas por la adversidad: la que protagonizan César y la hija de Cícero (Nathalie Emmanuel), que podría verse como una relectura de ‘Romeo y Julieta’; y la que todavía une a César con su esposa fallecida (un hilo narrativo que remite al mito de Orfeo y Eurídice, y de rebote también a la ‘Rebecca’ de Alfred Hitchcock).
Este cóctel narrativo aparece aliñado por un sinfín de citas a poetas y filósofos, de Petrarca a Safo, de Marco Aurelio a Rousseau, de Ovidio a Emerson. Los diálogos invocan el alud de cultismos y pedantería del cine del maestro Jean-Luc Godard, con el que la película también comparte la preocupación por la crisis de una cultura occidental golpeada por la barbarie y el culto a la ignorancia.
Desde su atalaya creativa y financiera, Coppola nos muestra la peligrosa deriva autodestructiva del mundo contemporáneo e intenta insuflar algo de luz con su espíritu visionario.
Así, Ford Coppola convierte la vida de las clases acomodadas neoyorquinas en un verdadero circo romano, un esperpento que culmina en la celebración de la boda entre Craso (Voight) y una joven periodista (Aubrey Plaza, la más inspirada del reparto) que en realidad está enamorada de César (un histriónico Driver).
“El desmadre que pone en escena Coppola”, dicen sus críticos, podría describirse como un cruce entre las vulgares fiestas de “La gran belleza” de Sorrentino, que a su vez remitían a Fellini, y el gusto por la exaltación del cine de Terry Gilliam, con quien Coppola comparte aquí una vocación quijotesca que neutraliza todo sentido de la mesura y la vergüenza.
Por tanto, “megalópolis: una fábula”, sitúa el tiempo como una preocupación tan esencial como angustiante. ¿Cómo abrazar el tiempo cuando su transcurso parece conducirnos a la catástrofe? ¿Es posible parar el tiempo, o incluso hacerlo retroceder para recuperar algo valioso del pasado?…
A estas preguntas intenta responder Francis Ford Coppola, que pone en boca de uno de sus personajes una máxima fundamental: “Los artistas jamás pueden perder el control del tiempo” …
Nota de Abel López Jiménez.